El fervor que sienten los sevillanos se ve reflejado durante la Semana Santa, una fiesta declarada Interés Turístico Internacional. Durante la primavera, las calles de Sevilla se engalanan y más de 100 pasos recorren la ciudad hacía la Catedral de Sevilla. 

La plaza de la Campana marca el inicio de la Carrera Oficial, itinerario común que deben seguir todas las Hermandades. A continuación, los nazarenos acompañan al paso por la calle Sierpen, la plaza de San Francisco y la avenida de la Constitución, hasta llegar a la Catedral. 

Durante Semana Santa los redobles de los tambores y el sonido de las cornetas se adueñan de la ciudad. Los nazarenos son guiados por la Cruz y en señal de penitencia portan cirios, faroles o cruces sobre los hombros e incluso las insignias como el Senatus, en memoria del ejército romano que custodiaba a Cristo; o el Simpecado, en defensa del dogma de la inmaculada concepción. 

El Cristo camina a hombros de los costaleros, que portan el peso del paso sobre su cuello y espalda, seguido de la Virgen. Rodeados de flores, candelabros y faroles, que iluminan la representación de la Pasión, el Cristo y la Virgen reciben la devoción de los saeteros en forma de canción. Desde los balcones o a pie de calle las saetas por seguiriyas o martinetes transmiten algunos pasajes de la Pasión y la muerte de Jesucristo en las procesiones del Jueves y Viernes Santo. 

La Semana Santa día a día 

El Domingo de Ramos las iglesias de Sevilla celebran por la mañana la Misa de las Palmas. Por la tarde, se pueden ver diferentes representaciones que recuerdan la entrada de Jesús en Jerusalén como «servidor» de la Palabra de Dios. Pasos como La Borriquita, La Paz, La Amargura y La Estrella, narran la historia de la entrada de Jesús en Jerusalén, el calvario que sufrió y el desprecio del rey Herodes hacía el Señor, así como su crucifixión. 

La Semana Santa andaluza, también recuerda en el Lunes Santo la labor de evangelización que llevó a cabo Nuestro Señor. En este día procesionan pasos como Jesús Cautivo y Rescatado, El Beso de Judas y Vera-Cruz, que representan los juicios a los que fue sometido Jesús, la traición del apóstol Judas o la muerte de Cristo en la cruz. 

Durante el Martes Santo y Miércoles Santo, los pasos muestran la vida de Jesús en su última semana. El Martes Santo procesiona la Hermandad de Los Estudiantes, fundada por profesores y alumnos de la Universidad Hispalense en 1924, así como la Hermandad de San Benito, creada por carpinteros de ribera y calafates del puerto. Mientras que el Miércoles Santo procesionan, entre otras Hermandades, la del Buen Fin, fundada por el gremio de curtidores en 1590 o la de Los Panaderos, vinculada al gremio de la panadería.

Las Hermandades que procesionan el Jueves Santo retractan el día que cambió la vida de Jesús, su última cena y la traición de Judas Iscariote, así como su arresto y juicio ante Caifás. Durante el Jueves Santo podemos ver, entre otros pasos, la Hermandad de Los Negritos, fundada para acoger a los negros; o la de El Valle, la primera hermandad sevillana que ha recibido el título de Archicofradía, concedido por el Papa Pío VI.

Entre la noche del Jueves Santo y el Viernes Santo tiene lugar en la Semana Santa de Sevilla una de las noches más especiales, La Madrugá. En esta noche se puede ver el paso de la Hermandad más antigua la del Silencio, así como la Hermandad de la Gitanos, la más moderna. El amanecer del Viernes Santo recuerda a los feligreses el juicio al que se enfrentó Jesús ante Poncio Pilatos, así como la sangre que emano Cristo durante la flagelación y la coronación de espinas. 

La Pasión y la Muerte de Cristo en la cruz ganan el protagonismo del Viernes Santo, con pasos como La Carretería, que muestra a Cristo crucificado, junto al Buen Ladrón y el Mal Ladrón a su lado; o la Sagrada Mortaja, que recoge las lágrimas de la Madre que sostiene a su hijo Jesús en su regazo, mientras las Tres Marías amortajan su cuerpo. Tras la muerte de Cristo, la Semana Santa sevillana representa el momento en el que Jesús es bajado de la Cruz y llevado al sepulcro en pasos como Santo Entierro, que traslada a Cristo en una urna de cristal; o La Soledad de San Lorenzo, que pone de manifiesto el desconsuelo y la soledad que sufrió la Virgen en su soledad al pie de la cruz. 

Por último, la Semana Santa se cierra con una jornada de júbilo y alegría, el Domingo de Resurreción. Un único paso procesiona este día, bajo el nombre de La Resurrección. Se muestra a Jesús en el momento de volver a la vida mientras sale del sepulcro en presencia de un Ángel.  

Más de una semana de procesiones, de fervor y de devoción se muestran en la Semana Santa de Sevilla, una de las fiestas más admiradas en España. 

FERIA DE ABRIL 

En 1846 el catalán Narciso Bonaplata y el vasco José María de Ybarra, ambos afincados en Sevilla, propusieron al Cabildo Municipal de Sevilla organizar una feria ganadera, tal fue la repercusión a nivel de comerciantes como de gente que buscaba divertirse, que con el paso de los años tuvo que separarse la mercadería del ganado del espacio que se había destinado para la diversión del pueblo. Así, de esta forma tan sencilla, nace lo que hoy en día conocemos como la Feria de Abril. 

Entre una y dos semanas tras finalizar la Semana Santa, a las 12 de la noche, cerca 350.000 bombillas cubiertas de farolillos de color verde, blanco y rojo iluminan las calles y la portada del Real, es entonces cuando queda inaugurada la Feria de Abril. Los sevillanos acuden a las casetas, donde degustan el plato típico de la noche del “pescaíco”, que es sin duda alguna el pescado frito. La Feria de Abril, así como todo su color y esplendor finalizará la noche del domingo con el apagón de las luces y un castillo de fuegos artificiales justo a las 12 en punto.  

Los turistas y sevillanos pasean entre las casetas de tela, las mujeres con sus trajes de flamenca acaparan todas las miradas con sus andares y sus bailes en los tablaos de las casetas al ritmo de las sevillanas, así como los desfiles de caballos y carruajes, que engalanan las calles principales de la feria. 

En la Feria de Abril hay casetas privadas, a las que sólo pueden acceder los socios, así como casetas públicas, para todo el mundo. Pero en ambas puedes disfrutar de las delicias típicas de estas fiesta, como las pijotas, boquerones o calamares, así como de tapas de jamón ibérico, queso o tortilla de patatas. Además, también es tradición que cada caseta prepare un guiso típico andaluz para almorzar, mientras que para merendar puedes degustar unos buñuelos cocinados como antiguamente, en grandes peroles de aceite hirviendo. Nada mejor que acompañar estos manjares con una cerveza bien fresca o vinos clásicos de la Feria como el fino de Jerez de la Frontera, la manzanilla de Sanlúcar de Barrameda o el rebujito, una mezcla de manzanilla con mucho hielo y gaseosas con sabor a limón.  

Además de las casetas, en la Calle del Infierno se instalan más de 100 atracciones, dando vida al mayor parque de atracciones provisional de España. 

La Feria de Abril se ha convertido con los años en una de las atracciones turísticas más relevantes de Sevilla, por su encanto, su color y porque es la expresión de la cultura andaluza en todos sus sentidos.

ROMERIA DEL ROCIO

El sábado, víspera de Pentecostés, a las 12 de la mañana, a pie, a caballo, en carreta o carros engalanados miles de devotos de la Virgen del Rocío se dirigen en romería hasta la aldea Almonteña, donde se encuentra la ermita de El Rocío. Una romería que nace en 1653 y dista mucho de lo que actualmente conocemos, ya que en sus inicios se honraba a la Virgen del Rocío con una solemne misa y una procesión. 

El camino hasta la Ermita puede ser duro y polvoriento, pero la devoción por la Virgen no frena a los peregrinos. Ellas ataviadas de traje de flamenca o bata rociera y ellos con trajes camperos recorren 80 kilómetros hasta su destino. 

Una fiesta de pasión y devoción donde la Virgen de El Rocío es la indudable protagonista. 

El Simpecado de la Hermandad Matriz de Almonte del rezo del Santo Rosario, que descansa en la Casa Hermandad durante todo el año, llega a Almonte en una carreta tirada por bueyes. Una vez se presenta a la Virgen del Roció, con los primeros rayos del Sol, los almonteños desatan su pasión por la Virgen y realizan “el salto de la reja”, para sacar a hombros a la Blanca Paloma. La Virgen, cubierta con el manto de “Los Apóstoles” y adornada de grandes flores, recorre cada rincón de la aldea rodeada del fervor de los feligreses. 

La Romería

Las hermandades rocieras salen una semana antes con el fin de llegar el sábado a la aldea almonteña, justo la víspera de Pentecostés, ya que el domingo a las 10:00 horas comienzan los oficios religiosos. Durante el camino disfrutaremos de la alegría y los cantos que entonan los rocieros, mientras que por la noche, durante la acampada libre, los peregrinos bailan y cantan, así como se comparten la comida y la bebida hasta altas horas de la madrugada. 

Realizar la romería hasta Almonte a pie puede convertirse en un camino duro, más si es la primera vez que se hace, por eso es conveniente mantenerse cerca de alguna hermandad y llevar un peso liviano, sólo lo imprescindible: agua y comida. 

En cuanto al vestuario, podemos ir ataviado con el traje tradicional de esta fiesta o no, pero siempre debe ser cómodo, así como el calzado, ya que atravesaremos estampas de polvo y agua. Además, a la hora de acampar bajará la temperatura por lo que tendremos que llevar ropa de abrigo para las noches y las primeras horas de la mañana. 

Si hacemos el Camino Sevillano, empezamos el recorrido en Sevilla pasaremos por lugares de recuerdo y evocación de sentimientos como Gelo, Marlo, el Quema, Villamanrique de la Condesa, la Raya Real, Palacio y el Ajolí, puerta a la aldea. Pero el suelo es asfalto y hacerlo a pie es bastante duro, por eso podemos partir desde Villamanrique de la Condesa. 

Si es nuestro primer año de peregrinos, nuestro paso por El Vado del Quema, del río Guadiamar, será inolvidable. En este lugar son bautizados en sus aguas los romeros que hacen por primera vez el camino, a la vez que las carretas cargadas de los Simpecados y los cantos suenan alrededor. 

Cuando lleguemos a Raya Real, un amplio cortafuegos de arena, sacaremos nuestro pañuelo para protegersnos de la enorme polvareda que levantan los pasos y los vehículos de todo tipo. Al margen de la fiesta de El Rocío, en agosto y cada siete años, la Virgen es trasladada hasta Almonte, donde los almonteños agradecen los favores que la Virgen les otorgó ante el sufrimiento por las epidemias, sequías o el hambre. 

La Virgen transcurre por el Camino de los Llanos los 15 kilómetros que la separan de Almonte entre la devoción de sus fieles. Para este viaje, la Virgen luce un traje diferente al de reina, más conocido por el traje de Pastora. Con esta vestimenta representa la ropa habitual femenina de 1600, compuesta por una saya larga sencilla, una capa roja y un sombrero de amplias alas decorado con flores silvestres y cintas. En esta ocasión no lleva corona, cetro ni media luna y se prescinde del rostrillo. Además, los tirabuzones oscuros de pelo natural caen sueltos enmarcando su rostro. En el último tramo de la Romería atravesamos el rudo puente de madera del Ajolí, que marca la cercanía a la Virgen del Rocío. 

Una vez llegamos a El Rocío, sus casas blancas y sus calles de tierra presiden el Santuario de la Virgen del Rocío, mientras que la Marisma y la brisa de Doñana ensalzan a la Blanca Paloma a su máxima expresión. 

La Virgen del Rocío 

Según los entendidos, la imagen de la Virgen del Rocío data del siglo XIII. Tallada en madera de abedul sigue un estilo gótico y su vestuario ha variado a lo largo de los años, debido a que está adaptada para ser vestida con diferentes trajes. Además del mano de los Apóstoles, un regalo que recibió el día de su coronación en 1919 de la Condesa de París, la Virgen luce las ráfagas doradas, que simbolizan el Dogma de la Inmaculada Concepción descrito en la Biblia dentro del Antiguo Testamento; el cetro, la corona de oro y la media luna a sus pies. 


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